Todos nosotros vivimos la fraternidad como elemento propio de nuestro carisma... y nos conformamos como una familia, uniéndonos en comunión con nuestro Santo Padre el Papa Francisco y con los demás miembros de nuestra Orden en el mundo entero... les compartimos nuestro Boletín informativo que publicamos cada mes... un abrazo fraterno para todos,
Este es el blog de los Siervos de María en Colombia,que hacemos presencia en el Retiro (Antioquia) y Jamundí (Valle del Cauca). Nuestro objetivo es dar gloria a Dios en nuestra Orden religiosa a través de la Sagrada Liturgia y de la vivencia de nuestro carisma y espiritualidad servita
sábado, 25 de julio de 2015
El Heraldo Servita - Boletín Informativo de los Siervos de María en Colombia
Hola a todos nuestros visitantes... los Siervos y Siervas de María en Colombia estamos conformados por Frailes, religiosas, laicas consagradas con votos en los Institutos Seculares Servitas y laicos/as consagrados/as con promesas en nuestras distintas Fraternidades Seglares que viven nuestro carisma desde su entorno familiar, laboral y social.
miércoles, 24 de junio de 2015
SOLEMNIDAD DEL NACIMIENTO
DE SAN JUAN BAUTISTA
Dice San Agustín: La Iglesia celebra el nacimiento de Juan como algo sagrado, y él es el
único de los santos cuyo nacimiento se festeja; celebramos el nacimiento de
Juan y el de Cristo. Y es que no es por nada que se recuerda la venida al
mundo de este gran hombre, todos sabemos la función de un faro frente al océano
inmenso o la función de una alarma que despierta en medio de la noche a una población
entera. Pues bien, Juan el Bautista, es ese faro alzado sobre el gran risco que
guio y orientó a los barcos perdidos en el mar a tierra firme y segura, donde
podrán obtener provisiones; la tierra firme y segura, Jesucristo, donde Juan se
posaba y atraía con su luz a todos hacia él, los barcos perdidos, la humanidad,
que sin rumbo fijo y totalmente desorientados andábamos disipados en la
oscuridad y tiniebla, azotados por las olas del pecado, la corrupción y la
maldad. De ahí que Zacarías, padre de Juan, dijera con gran inspiración: Nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte.
Juan el Bautista también fue esa alarma
que despierta en medio de la noche a una población entera. En efecto, no solo fue
una alarma para avisar del gran peligro en el que nos encontrábamos, sino de
igual modo, una alarma que prevenía y advertía de aquello que se venía; Dios se
dio cuenta que el mundo estaba adormilado y sumido en el letargo absoluto por
el pecado, la soberbia y el poder opresor de los letrados y sumos sacerdotes de
aquel entonces, y en ese estado, difícilmente recibirían el Mensaje de
Salvación y de la instauración del Reino de Dios que traería consigo el Verbo
Eterno del Altísimo, Jesucristo. Se necesitaba, por tanto, alguien que
despertara las conciencias, que reorientara y alarmara al pueblo de la perdición
en la que se encontraba; alguien que alzara su voz entre la gente para
llevarlos y ubicarlos de nuevo por el verdadero camino, el de la alianza, la
fidelidad, el bien y la justicia, la paz y la igualdad; alguien que llevara a
cabo esta importante misión guardando la humildad y la sencillez de los hijos
de Dios para que no se llegara a creer más de lo realmente era, un enviado, un
mensajero, un anunciador antes del gran evento. Pero si no eres el Mesías, dinos quien eres, le preguntaban a Juan,
por lo que respondía con seguridad y presteza, yo soy la voz del que clama en el desierto.
Juan
es su nombre, sin duda, un profeta, un discípulo, un apóstol, un verdadero
hombre de Dios, cuya vida es el ejemplo del auténtico cristiano. Porque Juan nace
por obra de Dios y para Dios, nosotros desde el bautismo nacemos en Dios y para
Dios; Juan vivió y anunció con palabras y obras al Señor y Salvador y jamás se consideró
más que él, nosotros debemos pregonar la redención del Señor y dar testimonio
de su vida con la nuestra, como bien decía San Juan Pablo II: profesar y proclamar la Misericordia Divina
en toda su verdad, la cual nos ha sido transmitida por la Revelación.
Muchas más cosas podremos decir
de San Juan Bautista, su figura es importante en todo sentido, de ahí que la
Iglesia celebra con categoría de solemnidad su nacimiento y su misión de abrir
paso a la Luz en el umbral de los tiempos nuevos. Jesús mismo destacó el incomparable
papel del Bautista, cuando dijo: Entre
los hijos de las mujeres, no hay ninguno que se pueda comparar con Juan el
Bautista.
SAN JUAN BAUTISTA… RUEGA POR
NOSOTROS
sábado, 13 de junio de 2015
Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María
Los dos corazones que mas han
amado a la humanidad
Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús
S.S. Juan Pablo II estableció que en esta solemnidad se celebre en la Iglesia la Jornada mundial por la santificación de los sacerdotes.
La solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús recuerda el misterio del amor de Dios por cada hombre y mujer. -Juan Pablo II. 10, Junio, 2004.
«Esta fiesta recuerda el misterio del amor que Dios siente por los hombres de todo tiempo, recordando el mensaje central que dejó Cristo al aparecerse a una religiosa francesa de la Visitación, Santa Margaríta María Alacoque (1647-1690).
Queridos jóvenes, os invito a prepararos, en la escuela del Corazón de Cristo, para afrontar con confianza los compromisos que os esperan en el transcurso de la vida.
Os doy las gracias, queridos enfermos, por la especial ayuda que ofrecéis al pueblo cristiano, aceptando el cumplimiento de la voluntad de Jesús crucificado, en fecunda unión con su sacrificio salvífico.
... Recemos también para que haya santos sacerdotes, formados "según el Sagrado Corazón de Cristo".
«Esta fiesta recuerda el misterio del amor que Dios siente por los hombres de todo tiempo, recordando el mensaje central que dejó Cristo al aparecerse a una religiosa francesa de la Visitación, Santa Margaríta María Alacoque (1647-1690).
Queridos jóvenes, os invito a prepararos, en la escuela del Corazón de Cristo, para afrontar con confianza los compromisos que os esperan en el transcurso de la vida.
Os doy las gracias, queridos enfermos, por la especial ayuda que ofrecéis al pueblo cristiano, aceptando el cumplimiento de la voluntad de Jesús crucificado, en fecunda unión con su sacrificio salvífico.
... Recemos también para que haya santos sacerdotes, formados "según el Sagrado Corazón de Cristo".
El Inmaculado Corazón de María
HistoriaYa San Juan Eudes, en el siglo XVII, había difundido esta devoción.
En 1942, en plena II Guerra Mundial, el Papa Pío XII consagró el mundo al Corazón Inmaculado de María.
En 1942, en plena II Guerra Mundial, el Papa Pío XII consagró el mundo al Corazón Inmaculado de María.
La fiesta del Corazón Inmaculado de María fue oficialmente establecida en toda la Iglesia por el papa Pío XII, el 4 de mayo de 1944, para obtener por medio de la intercesión de María "la paz entre las naciones, libertad para la Iglesia, la conversión de los pecadores, amor a la pureza y la práctica de las virtudes".
El Papa Juan Pablo II declaró que la conmemoración del Inmaculado Corazón de María, será de naturaleza "obligatoria" y no "opcional". Es decir, por primera vez en la Iglesia, la liturgia para esta celebración debe de realizarse en todo el mundo Católico.
Del texto de la consagración de Pío XII: "Ante tu trono nos postramos suplicantes, seguros de alcanzar misericordia, de recibir gracias y el auxilio oportuno... Obtén paz y libertad completa a la Iglesia santa de Dios; detén el diluvio del neopaganismo; fomenta en los fieles el amor a la pureza, la práctica de la vida cristiana y del celo apostólico, para que los que sirven a Dios aumenten en mérito y número"
Fundamento:Después de su entrada a los cielos, el Corazón de María sigue ejerciendo a favor nuestro su amorosa intercesión. El amor de su corazón se dirige primero a Dios y a su Hijo Jesús, pero se extiende también con solicitud maternal sobre todo el género humano que Jesús le confió al morir; y así la veneramos por la santidad de su Inmaculado Corazón y le solicitamos su ayuda maternal en nuestro camino a su Hijo.
El Inmaculado Corazón de María, nuestra madre, es el camino mas rápido y seguro para llegar a Jesús.
Venerar el Inmaculado Corazón de María es venerar a la mujer que esta llena del Espíritu Santo, llena de gracia, y siempre pura para Dios. Su corazón femenino siempre está lleno de amor por sus hijos. Por eso se representa rodeado de blancas rosas.
Veneramos el corazón que guarda todas las cosas de Dios en su Corazón y que nos ayuda a sanar y consagrar a Dios nuestro propio corazón.
Veneramos el corazón que guarda todas las cosas de Dios en su Corazón y que nos ayuda a sanar y consagrar a Dios nuestro propio corazón.
Devoción de los Cinco Primeros Sábados: Es una devoción al Corazón de María. En diciembre de 1925, la Virgen se le apareció a Lucía Martos, una de las tres pastorcitas vidente de Fátima, y le dijo: "Yo prometo asistir a la hora de la muerte, con las gracias necesarias para la salvación, a todos aquellos que en los primeros sábados de cinco meses consecutivos, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen la tercera parte del Rosario, con intención de darme reparación". Junto con la devoción a los nueve Primeros Viernes de Mes, ésta es una de las devociones más conocidas.
Entreguémonos al Corazón de María diciéndole: "¡Llévanos a Jesús de tu mano! ¡Llévanos, Reina y Madre, hasta las profundidades de su Corazón adorable! ¡Corazón Inmaculado de María, ruega por nosotros!
Los corazones de Jesús y de María
unidos por un mismo amor
Estas dos grandes devociones no son pues concebibles separadas la una de la otra pues recordemos que siempre la grandeza de Nuestra Señora será al lado del Señor como ya nos lo recordaría San Juan Eudes, nuestra actitud hacia ellos ha de ser de un amor que corresponda a su disponibilidad hacia todos los hombres.
jueves, 11 de junio de 2015
Nuestro Señor Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, Fiesta
Jesucristo Sacerdote Eterno
El día de hoy la Iglesia colombiana celebra la fiesta de Nuestro Señor Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, una oportunidad especialísima que nos da la sagrada liturgia para reflexionar a cerca de este ministerio tan sublime del Señor que no se lo ha reservado sino que lo ha querido dejar a su Iglesia en la persona de los obispos y sus mas fieles colaboradores en el orden sagrado (los presbíteros y diáconos). Glorificar el sacerdocio de Jesús ha de ser muy importante para todos los fieles cristianos pues nos debe llenar de gozo el corazón tener ante el Padre un sacerdote que intercede por nosotros y que a través de sus ministros en la tierra no deja de derramar gracia y bendición sobre su pueblo santo con los sacramentos y la labor pastoral tan importante que hacen los sacerdotes en nuestras comunidades actuando "in persona Christi" en función del único sacerdocio de la alianza nueva y eterna. la carta a los hebreos refiriendo el sacerdocio de Cristo nos dice:
"Además, aquellos sacerdotes fueron muchos,
porque la muerte les impedía perdurar.
Pero éste posee un sacerdocio perpetuo
porque permanece para siempre.
De ahí que pueda también salvar
perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para
interceder en su favor.
Así es el Sumo Sacerdote que nos convenía:
santo, inocente, incontaminado, apartado de los pecadores, encumbrado por
encima de los cielos,
que no tiene necesidad de ofrecer
sacrificios cada día, primero por sus pecados propios como aquellos Sumos
Sacerdotes, luego por los del pueblo: y esto lo realizó de una vez para siempre,
ofreciéndose a sí mismo.
Es que la Ley instituye Sumos Sacerdotes a
hombres frágiles: pero la palabra del juramento, posterior a la Ley, hace el
Hijo perfecto para siempre". (Hb. 7, 23-28)
Este hermoso pasaje de la carta sacerdotal por excelencia nos deja claro que el sacerdocio de Cristo es para la salvación de todos y de allí la importancia de celebrar este día unidos a todos los sacerdotes del mundo entero, de nuestra orden para cantar las alabanzas con los santos y ángeles a nuestro sacerdote y a la vez elevar una plegaria por quienes participan plena o parcialmente de este don inmerecido. Que viva Cristo, glorificado sea su sacerdocio por los siglos...
martes, 9 de junio de 2015
SOLEMNIDAD DEL CUERPO
Y LA SANGRE DE CRISTO
El
domingo pasado celebramos tan sublime solemnidad en la liturgia de la Iglesia,
con esto alabamos y ensalzamos el sacramento Eucarístico, memorial de
Jesucristo, Señor nuestro. Creemos por fe, que Jesús está presente viva y
realmente en la Hostia y el vino consagrado, convertidos en el CUERPO Y LA
SANGRE DE CRISTO
La
Eucaristía es el centro de toda nuestra fe, en ella se encierra toda la obra
redentora hecha por Jesús, en ella se halla todo el Mensaje de Salvación
expresado en el Reino de Dios, en ella se halla un sacrificio perpetuo; en efecto, Jesús
se ofreció de una vez y por todas a Dios en expiación de todo el género humano.
Por la Eucaristía la Iglesia entera permanece en comunión, pues por medio de
este sacramento vivimos en un solo espíritu y una sola alma orientados hacia
Dios… Acudamos asiduamente a Jesús sacramentado, porque Dios no pudo quedarse
más cerca de nosotros, que dejándonos su propio cuerpo y su propia sangre para nuestro
alimento.
¡BENDITO,
ALABADO Y ADORADO SEA JESÚS EN EL SANTISIMO
SACRAMENTO
DEL ALTAR… SEA PARA SIEMPRE BENDITO Y ALABADO!
domingo, 31 de mayo de 2015
Solemnidad de la Santísima Trinidad
Domingo de la Santísima Trinidad
El “Domingo de la Santísima Trinidad” tiene lugar el domingo después de Pentecostés.
Esta fiesta comenzó a celebrarse hacia el año 1000, y fueron los monjes los que asignaron el domingo después de Pentecostés para su celebración. El Domingo de la Santísima Trinidad fue instituído relativamente tarde, pero fue precedido por siglos de devoción al misterio que celebra.
Celebrar esta solemnidad tiene sentido, puesto que por el Espíritu Santo llegamos a creer y a reconocer la Trinidad de personas en el único Dios verdadero. La Santísima Trinidad es ciertamente un misterio, pero un misterio en el cual nosotros estamos inmersos. Un océano que no podemos esperar abarcar en esta vida.
sábado, 30 de mayo de 2015
Encuentro vocacional
Los días 30 y 31 de mayo se llevará a cabo en el convento Monte Senario (el Retiro-Antioquia) el encuentro vocacional del mes de mayo bajo el lema "la vocación de María y mi respuesta al Señor" desde ya encomendamos al Señor y a nuestra Señora el éxito de este proceso de discernimiento como Siervos de María...
Un Siervo enamorado de la Santísima Eucaristía...
Beato Santiago Felipe Bertoni
Nació en Celle de Monte Chiaro, de la diócesis de Faenza, el año 1454. Sus padres, en virtud de un voto que habían hecho, lo consagraron a Dios a la edad de nueve años en la Orden de los Siervos de María. Destacó por el espíritu de oración, por el fervor de la penitencia, por el amor a la sagrada Escritura y a las obras de los santos Padres. Ordenado de presbítero, dio pruebas de intensa espiritualidad en la celebración de los divinos misterios y de amor a la liturgia. Murió el año 1483. Su cuerpo se conserva en la catedral de Faenza. El papa Clemente XIII confirmó su culto el año 1761.
Oración
Dios nuestro, que enriqueciste al beato Santiago Felipe con un gran conocimiento de la sagrada doctrina y le otorgaste el don de celebrar con fervor los divinos misterios, concédenos a nosotros una sed insaciable de ti, fuente única de sabiduría y amor.
De la “Vida del beato Santiago Felipe de Faenza”, escrita por Nicolás Borghese.
(Nn. 1-6.8Monumenta OSM., IV, pp. 64-66)
Se aplicaba con sumo interés al estudio de las enseñanzas evangélicas y de la sagrada Escritura
Santiago Felipe nació en Faenza de padres virtuosos y de modesta condición, llamados Miserino de la Cella y Dominga. Él antes de abrazar la vida religiosa, se llamaba Andrés. Acometido de ataques epilépticos a la edad de dos años, el padre hizo voto, si el hijo sanaba, de consagrarlo al Señor como fraile. Andrés desde tierna edad acudía con frecuencia a la iglesia. No se entregaba a los juegos y diversiones propios de su edad. Por temperamento fue más bien tímido y retraído y aficionado a la soledad.
En torno a los nueve años, el padre, en cumplimiento de su voto, lo agregó a la Orden de los Siervos de la bienaventurada Virgen María. En esta nueva vida recibió el nombre de fray Santiago Felipe. Una vez iniciado en la vida religiosa, siendo aún niño, empezó a sobresalir por la obediencia y exacta observancia de la Regla; llegado a la edad adulta practicaba a menudo ayunos y vigilias. Se aplicaba con sumo interés al estudio de las enseñanzas evangélicas y de la sagrada Escritura. Parece que su alimento era la lectura asidua de la vida de los santos Padres y de los ejemplos de castidad, de obediencia, de humildad, de los santos. Desde muy joven se dedicó con tanto esmero a los estudios literarios, que logró comprender con facilidad y exactitud las obras de autores cristianos y latinos de más fama. Conocía a la perfección las ceremonias rituales de la Iglesia y de la Orden y las rúbricas del breviario, y las observaba cuidadosamente.
Cubrió algunos cargos conventuales con plena satisfacción de los frailes. Era, en efecto, de temperamento afable, manso y servicial. Nunca se le vio alterado o airado. Cuando alguien lo ofendía, soportaba con ánimo sereno las injurias; él, por su parte, nunca ofendía a nadie. Fue siempre parco en el hablar: no sólo evitaba las palabras inconvenientes, sino también las inútiles; si alguna vez conversando, escuchaba expresiones obscenas, se le ensombrecía el rostro, corregía al importuno con breve admonición , y se alejaba.
Ordenado sacerdote, celebraba los divinos misterios con devoción y veneración incomparables, hasta llegar a derramar lágrimas; ninguno como él contemplaba tan profundamente el misterio de la cruz cuando tenía entre las manos el Cuerpo de Cristo. Fue enemigo declarado del ocio, al que llamaba receptáculo de todos los vicios. Se reunía con los demás frailes para la celebración y el canto de la oración coral; el tiempo que le quedaba lo pasaba en la celda ocupado en la oración o en la lectura; a veces recreaba su mente con trabajos manuales de bordado o taraceado: siempre estaba ocupado en algo. Paseaba por los corredores casi siempre solo, meditabundo y cabizbajo. Leía con avidez los libros sagrados y las obras de san Jerónimo, en especial se enfrascaba con la lectura del opúsculo [del Pseudo Eusebio] sobre la muerte de este santo. Llegó un momento en que ya sólo pensaba en las realidades eternas y se alimentaba más de las cosas celestiales que de los manjares corporales, puesto que comía una sola vez al día y se contentaba con un alimento parco y frugal; pero cuando lo llamaba el superior comía lo que estaba preparado para toda la comunidad. Los viernes, en memoria de la pasión del Señor, llevaba un cilicio y comía solo verduras.
Nada rehuía tanto como las alabanzas: […] aunque todos lo tenían en gran aprecio, fue más estimado de Dios que de los hombres. A ejemplo del Salvador, quiso ser tenido en nada y despreciado: lo que más deseaba en su interior era agradar a Dios, su Padre y creador, y seguir las huellas de nuestro Redentor. […]
Pasó los últimos días de su vida enfermo; ´le no lo decía, pero en su semblante se manifestaba su precario estado; en efecto, cuando le preguntaban cómo se encontraba, siempre respondía: “Bien, porque así lo quiere el Señor”. Nunca se impacientó ni se quejó, ni siquiera al afrontar la muerte, y esa conducta observó toda su vida. Aunque estaba enfermo, no guardaba cama, sino que iba de un lado para otro. La vigilia de su muerte asistió al coro con los demás frailes para el canto de maitines; el día anterior por la mañana había celebrado la misa. […]
La tarde anterior al día de su muerte visitó a cada uno de los frailes para pedirles humildemente perdón y para que lo recordaran en sus oraciones del días siguiente. Porque estaba convencido que se acercaba su fin.
A la edad de veinticinco años tornó victorioso a la patria celestial, el veinticinco de mayo hacía las tres de la tarde: era el domingo de la santísima Trinidad. Su estatura era algo más que mediana; era tan macilento que su piel estaba adherida a los huesos; tenía el rostro afilado, la nariz algo larga, los ojos hundidos, el cuello erguido, los dedos alargados; su tez era notablemente pálida.
jueves, 28 de mayo de 2015
TIEMPO ORDINARIO
"Tempus per annum"
El misterio del Señor, que tiene su fundamento en la
Pascua, llena todos los días de la historia de la Iglesia, «hasta que Él vuelva» (cf. 1Cor 11,26). Con la encarnación del Hijo de Dios, la eternidad entró en el tiempo. Y con su glorificación, Cristo introdujo al hombre temporal en la eternidad de Dios. Una vez que vino a nuestro encuentro, ya no se ha alejado de nosotros. La muerte de Cristo acabó con una forma de presencia, pero su resurrección y el don del Espíritu inauguraron otra, no menos real. Esto lleva a Benedicto XVI a afirmar que «Él permanece en la trama de la historia humana, está cerca de cada uno de nosotros y guía nuestro camino cristiano […] Podemos escuchar, ver y tocar al Señor Jesús en la Iglesia, especialmente mediante la Palabra y los sacramentos» (Reginacoeli, 16-05-2010). La Iglesia distribuye a lo largo del año litúrgico el anuncio de la Palabra de Dios y la celebración de los sacramentos, plenamente consciente de que sus celebraciones no son solo recuerdo de acontecimientos salvíficos ocurridos en el pasado. Ni tampoco son solo promesa de gloriosas realidades futuras. En la liturgia, se hacen presentes el pasado y el futuro. Las celebraciones de la Iglesia son memoriales; es decir, que al mismo tiempo recuerdan acontecimientos pasados, prometen realidades futuras y actualizan sacramentalmente lo que celebran.
Cada uno de los tiempos «fuertes» (Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua) presenta unas características propias, muy claras: la esperanza en el regreso del Señor al final de los tiempos, para llevar su obra a plenitud, su encarnación, pasión, muerte y resurrección, culminada en el don del Espíritu. Esos tiempos litúrgicos llenan aproximadamente un tercio del año civil. Las semanas restantes son llamadas «Tempus per annum» en los documentos latinos, traducido en los españoles por «Tiempo Ordinario». La Iglesia las presenta así: «Además de los tiempos que tienen un carácter propio, quedan 33 ó 34 semanas en el curso del año, en las cuales no se celebra algún aspecto peculiar del misterio de Cristo; sino más bien se recuerda el mismo misterio de Cristo en su plenitud, principalmente los domingos. Este período de tiempo recibe el nombre de Tiempo Ordinario […] Comienza el lunes que sigue al domingo posterior al 6 de enero y se extiende hasta el martes antes de Cuaresma inclusive; de nuevo comienza el lunes después del domingo de Pentecostés y termina antes de las primeras Vísperas del domingo I de Adviento» (Nualc 43-44).
Ya los antiguos sacramentarios recogían formularios para la celebración de la Eucaristía en los domingos que no caían dentro de los ciclos de la manifestación del Señor o de su pasión-glorificación. Con el pasar del tiempo, estos formularios se hicieron innecesarios, porque las memorias de los Santos y las celebraciones en sufragio de los difuntos fueron llenando todos los días del año.
La reforma litúrgica reorganizó completamente el Tiempo Ordinario, en el que se unificaron los antiguos tiempos de después de Epifanía y de después de Pentecostés, y al que también se incorporó el anterior tiempo de Septuagésima. La actual estructura del Tiempo Ordinario ofrece una gran riqueza de contenidos escriturísticos y teológicos. Los libros litúrgicos postconciliares establecen con claridad las características de este tiempo, en el que destacan algunas novedades respecto a épocas anteriores:
1. Los nuevos leccionarios (con su triple ciclo dominical y su doble ciclo ferial, anteriormente inexistentes). Con ellos se da respuesta a la petición del Vaticano II: «A fin de que la mesa de la Palabra de Dios se prepare con más abundancia para los fieles ábranse con mayor amplitud los tesoros de la Biblia, de modo que, en un período determinado de años, se lean al pueblo las partes más significativas de la Sagrada Escritura» (SC 51).
2. La nueva serie de prefacios (antes de la reforma, en las pocas ocasiones que no se celebraba la memoria de algún Santo, los domingos se repetía siempre el prefacio de la Santísima Trinidad y los días feriales un único prefacio común. Hoy disponemos de 10 dominicales y 9 feriales para el Tiempo Ordinario).
3. Los formularios de antífonas y oraciones (Además de las misas dominicales y de las votivas, se propone una rica serie de misas para diversas intenciones, con fórmulas de oración por la Iglesia, sus ministros, sus fieles y por su misión evangelizadora, así como por la sociedad civil y sus diversas necesidades).
Las normas universales del año litúrgico afirman que, en el Tiempo Ordinario, «no se celebra algún aspecto peculiar del misterio de Cristo; sino más bien se recuerda el mismo misterio de Cristo en su plenitud». Por lo tanto, el Tiempo Ordinario no celebra acontecimientos relacionados con Cristo, sino a Cristo mismo, que se hace presente cuando se reúnen los creyentes en su nombre, cumpliendo sus promesas: «Cuando dos o más se reúnen en mi nombre, yo estoy en medio de ellos» (Mt 18,20) y «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).
La contemplación de las distintas etapas de la vida de Cristo, tal como se realiza en los otros tiempos del año litúrgico, tiene un profundo sentido pedagógico. La celebración de sus «misterios» ayuda a conocerle mejor y a descubrir la insondable riqueza presente en cada uno de ellos. Pero no podemos olvidar la profunda relación entre todos, que son la realización histórica del eterno proyecto salvador de Dios, que alcanza su plenitud en la Pascua. Al evocar algunos acontecimientos de la historia de Cristo, tampoco podemos caer en el error de pensar que es un personaje del pasado. El Tiempo Ordinario subraya que Él está vivo y se hace presente para ofrecer su salvación a cada hombre, en todo tiempo y lugar, invitando a acogerle y a seguirle en la vida concreta.
Esta idea ya la encontramos en la primera oración del año litúrgico, que dice así: «Anunciad a todos los pueblos y decidles: Mirad, viene Dios, nuestro Salvador». No está escrita en tiempo pasado (Dios «vino») ni en futuro (Dios «vendrá»), sino al presente (Dios «viene»). Y viene como Salvador, para hacernos partícipes de su misma vida. Esto sucede, de manera privilegiada, en la liturgia. Consciente de ello, la Iglesia, «al conmemorar los misterios de la redención, abre la riqueza de las virtudes y de los méritos de su Señor, de modo que se los hace presentes en cierto modo, durante todo tiempo, a los fieles para que los alcancen y se llenen de la gracia de la salvación» (SC 102).
La Iglesia hace presente el misterio de Cristo en la liturgia por medio de la lectura de la Sagrada Escritura y la celebración de los sacramentos, especialmente la Eucaristía dominical.
P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.
domingo, 17 de mayo de 2015
Novena de Pentecostés
LA NOVENA QUE TODOS DEBEMOS HACER
Concedemos la indulgencia de siete años y otras tantas cuarentenas por cada día a todos los que asistieren a la novena y oraren según nuestra intención, además de la indulgencia plenaria en un día de la novena, o en la fiesta de Pentecostés y aun dentro de la octava, siempre que confesados y comulgados oraren según nuestra intención. Queremos igualmente también que gocen de tales beneficios todos aquellos que, legítimamente impedidos, no puedan asistir a dichos cultos públicos, y ello aun en los lugares donde no pudieren celebrarse cómodamente —a juicio del Ordinario— en el templo, con tal que privadamente hagan la novena y cumplan las demás obras y condiciones prescritas. Y nos place añadir del tesoro de la Iglesia que puedan lucrar nuevamente una y otra indulgencia todos los que en privado o en público renueven según su propia devoción algunas oraciones al Espíritu Santo cada día de la octava de Pentecostés hasta la fiesta inclusive de la Santísima Trinidad, siempre que cumplan las demás condiciones arriba indicadas. Todas estas indulgencias son aplicables también aun a las benditas almas del Purgatorio"
La invitación pues queridos hermanos y familia servita es a unirnos a la Iglesia en estos días de preparación y a la vigilia que precede a esta gran solemnidad para vivir con intensidad este Pentecostés 2015
martes, 12 de mayo de 2015
Dos grandes Siervos de María para la memoria
de la Iglesia y de la orden
Beato Juan Benincasa,religioso
(11 de mayo)
Del oficio de lectura propio del santo
Se retiro a la soledad para gozar
de la intimidad con el Señor
Benincasa nació con toda probabilidad en Montepulciano en torno al año 1375. Siendo adolescente, vistió el habito de los Siervos de María. A la edad de veinticinco años se retiró a una gruta del Monte Amiata, situada en el territorio de Siena, cerca del lugar en donde - según se cuenta- vivió por un tiempo entregado a la oración san Felipe Benicio.
Benincasa sobresale entre aquellos hombres que el Espíritu Santo ha suscitado confrecuencia en la Orden de los Siervos de María, y que, entregados a la contemplación, han tenido un amor especial por la soledad y el silencio.
Fray Miguel Poccianti, quien en el siglo XVII escribió la Crónica de la Orden de la bienaventurada Virgen María, al narrar la vida del beato Benincasa, dice, entre otras cosas: «Si lo asaltaba el espíritu de fornicación, oraba a Dios, no para que lo apartara de la lucha, sino para que lo fortaleciera. Si enfermaba, no permitía que nadie se le acercara, diciendo: "Es un fuego que se me ha puesto para quitarme la herrumbre". Si la gente que lo visitaba le daba limosna, no la admitía, porque le bastaba para vivir sólo un poco de pan y agua, y decía: "Nuestro adversario es vencido con mayor facilidad por aquellos que no tienen nada". Más aun, a aquellos que le ofrecían lo necesario para su sustento, les daba algún objeto elaborado con sus propias manos». Con tales palabras, prescindiendo del estilo ampuloso que emplea el hagiógrafo, podemos representarnos una viva imagen del hombre que vivió en soledad, entregado a la oración y a la penitencia, y ganándose el frugal alimento con el trabajo de sus manos.
El año 1426, a los cincuenta años de edad, Benincasa subía al reino celestial. Su cuerpo recibió honrosa sepultura en la ciudad de Monticchiello, no muy distante de la gruta donde el Beato había vivido, en una iglesia dedicada a san Martin; junto a ella el pueblo, en señal de gratitud, levantó un convento para los Siervos. Los restos del beato Benincasa, después de muchas vicisitudes, se guardan y veneran actualmente en la iglesia parroquial de san Leonardo. El papa PíoVIII, en el año 1829, con su autoridad apostólica confirmó el culto de este Beato.
Beato Francisco de Siena, sacerdote
(12 de mayo
Del oficio de lectura propio del santo
El beato Francisco nació en Siena el año 1266. Su piadosos padres fueron Arrighetto y Raynaldesca. Según leemos en un escrito de fray Cristóbal de Parma, que fue su compañero y padre espiritual, Francisco siendo de corta edad, acudía con frecuencia a la iglesia y escuchaba asiduamente la palabra de Dios. Embriagado por la elocuencia de fray Ambrosio Sansedonio, predicador insigne, e impresionado por sus palabras, con las que en otro tiempo había ensalzado con gran fervor las excelencias de la vida solitaria y dedicada a la oración, determinó retirarse a vivir en soledad. Pero lo retuvo el amor a su madre, que estaba ciega, y a quien cuidó con gran cariño. Al morir ésta, cuando él tenía veintidós años y con la posibilidad de realizar su ardiente deseo de vida eremítica, le pareció oír una voz interior que le sugería: “El mal no está en el trato con los hombres, sino en la imitación de sus vicios” y que Dios vería con agrado que se dedicara, con la palabra y el ejemplo, a conducir a los hombres por el camino del bien. Entonces él, que ya desde la niñez había elegido a “la gloriosa Virgen como especial Madre y señora” y le había profesado siempre una gran reverencia, tanto en el alma como en el cuerpo, pidió y fue admitido en la Orden de los Siervos de santa María.
En el trato fraterno, aumentaron aún aquellas virtudes que habían adornado el alma de Francisco cuando vivía en el mundo: la caridad para con todos, el amor a la penitencia y a la pobreza, la humildad de corazón, la guarda de la castidad, la paciencia en las adversidades, la filial devoción a la santísima Virgen, a la que llamaba Señora y a la que invocaba con mucha frecuencia por su dulcísimo nombre.
Ordenado sacerdote, mostró un gran amor a la Eucaristía, y así, cuando celebraba, se le veía tan inundado de gozo y alegría que “cualquiera hubiese creído – dice su biógrafo – que vía sin el velo de los sacramentos a Cristo glorioso encarnado”. Tuvo un particular interés en explicar la palabra de Dios, y, para hacerlo con más eficacia, se preparaba más con la oración que con los libros, ya que estaba persuadido de que no la erudición sino la unción, no la ciencia sino la conciencia, no los escritos sino la caridad enseñan la verdadera teología.
Era tanta su entrega en la celebración del sacramento de la penitencia, en el dar saludables consejos, en el apaciguar las discordias, en ayudar a los necesitados, en atender a los enfermos, que acudían a él hombres y mujeres de toda edad y condición.
A la edad de sesenta y tres años, poco antes de la solemnidad de la Ascensión del Señor, presintió que se acercaba la hora de su muerte. Entonces, como el que se dispone a emprender un viaje, dispuso en orden a sus libros y enseres personales, visitó y bendijo a sus hijos espirituales. La vigilia de la Ascensión quiso comer con la comunidad, en señal de fraternidad y de despedida.
El día de la Ascensión – según refiere fray Cristóbal de Parma – purificó su alma con el sacramento de la penitencia; luego, aunque estaba casi extenuado, celebró la santa misa y con el permiso del prior se puso en camino hacia el pueblo de Prisciano, situado en las inmediaciones de Siena, para predicar allí la palabra de Dios. El biógrafo citado parece haber querido expresar el sentido y la índole de toda la vida del beato Francisco, al representarlo, a punto de morir, cumpliendo en el camino un deber de reverencia para con la Virgen: “Salió al encuentro del siervo de Dios una mujer desconocida, la cual, desde una casa de campo se le aproximó con un ramo de rosas, y le dijo: ‘Fray Francisco, aceptad estas rosas’. El siervo de Dios las recibió de buen grado de sus manos y, haciendo acopio de todas sus fuerzas, las llevó a una imagen de la Virgen gloriosa que estaba pintada en una ermita que allí había y , habiendo comenzado la salutación angélica, poco a poco hincó en tierra la rodilla derecha y a continuación se desplomó todo él por el lado derecho, ofreciéndose a sí mismo, como flor y lirio, él que era virgen, a la Virgen, en la inminencia de su muerte”.
Francisco fue llevado medio muerto al convento y allí, en presencia de los frailes, expiró, el 26 de mayo de 1328. Su cuerpo fue sepultado con honor en la basílica de Santa María de los Siervos en Siena. Benedicto XIV confirmó su culto el año 1743.
En este mes de nuestra Señora le pedimos a estos insignes varones que intercedan por la Iglesia,por la orde y por todos quienes buscando imitar sus virtudes nos confiamos a sus plegarias. Saludos a todos nuestros amigos y amigas Dios les bendiga...
domingo, 29 de marzo de 2015
Semana Santa
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